Cuatro caminos de Tadeo P. Stein
Irlanda Amaro Valdés
Facultad de Filosofía y Letras
Universidad Nacional de México
La Naturaleza, como totalidad primigenia, como otro paraíso extraviado, atraviesa los veinte poemas que componen Cuatro caminos de Tadeo P. Stein (Rosario, 1978). Si en Progresión del paisaje (2000) palpamos un poemario de sensual peregrinaje en diálogo con el siglo de oro de nuestra lengua, en Cuatro caminos hallamos una voz que experimenta un renovado eco romántico. Cada composición se juega en la desgarradura de quien avanza de la conciencia natural al Mundo. Y es que la naturaleza, como lo dado, nos es inasible y solo se revela —he ahí su radiante atrocidad— al ser poetizada, al ser creada Mundo. Cada búsqueda de nuestro sustento vital conduce a la verificación de un camino humanamente abierto, el que justamente en este volumen atestiguan poemas desde la extranjería, sobre el amor o los horrores del capitalismo.
Aun en la contemplación de la arcaica figura de la pastora de las Fuentes Brotantes, los versos de Stein nos recuerdan que la voz poética no puede sustraerse al peso de la historia. Constata que el mundo, en cuanto humano, encierra una elección y la moneda siempre tiene dos caras:
Hoy el río transporta deshechos,
llantas en vano atalayan la corriente,
una bolsa aprisiona los tallos,
las naves caen y envejecen.
Pero yo te imagino,
mientras pasan los patos, las tortugas,
imagino tu lengua hermana del silencio,
tu devenir sin tiempo.
De la misma forma, la voz del extranjero que dialoga con su origen, sus ancestros y sus detracciones de frente a la tradición que hoy habita, busca su naturaleza, mas solo encuentra senderos abiertos —por momentos revelados— de antiguos olores, colores y cantos que brindan un remanso en la tierra del pedernal y el jade. El poema nos brinda una reconciliación temporal, una raíz, que Stein retrotrae a lo elemental. ¿Dónde está mi tierra, si no en el otro, en quien siembro el amor y la vida? Únicamente en el amor la extranjería es soportable y fructífera, pero en él también se nos despoja de nuestro original carácter animal, para tornarnos en la figura civilizatoria por excelencia, el abridor de caminos, el sembrador:
Hemos crecido y hemos sembrado en la distancia,
en la soledad que da el amor.
«¿Qué nos pertenece?, ¿qué dejamos?»,
preguntas mientras riegas las plantas.
«¿Por qué esperar el minuto que no llega,
el minuto que se expande y diluye en tus ojos?»
No lo sé. No puedo saberlo,
pero oye, mira, siente:
las piedras del arroyo trazan un camino,
por ellas regresamos, por ellas partiremos.
Esa voz dialógica que busca el inalcanzable retorno, la naturaleza siempre perdida, pero presente, nos deja la certeza de nuestro carácter transitorio y errante. Toda semilla, toda raíz es temporal y al parecer una brecha que elegimos abrir a golpe de azadón.
La contemplación, el amor, la creación y el goce del mundo se nos aparecen en estos versos como una elección de asir en el canto del pájaro de las cuatrocientas voces la irreversibilidad destructora del tiempo. Ningún camino es seguro ni definitivo, sin embargo en todos hay belleza y nos preparan para la ineludible muerte, último reducto de esperanza para la reconciliación con lo Absoluto. ¿Qué nos queda entonces en este brevísimo tránsito por el mundo? ¿Acaso no hay mediación? Para un poeta que ama en el extranjero, como Tadeo P. Stein, las respuestas se hallan todavía cabales en los versos del príncipe Nezahualcóyotl:
¿Acaso en vano venimos a vivir,
a brotar sobre la tierra?
Dejemos al menos flores.
Dejemos al menos cantos.
Primavera, 2022.
Referencia electrónica
Amaro Valdés, Irlanda. «Cuatro caminos de Tadeo P. Stein». Hyperborea. Revista de ensayo y creación. 5 (2022): 159-162. https://www.hyperborea-labtis.org/es/paper/cuatro-caminos-de-tadeo-p-stein-286
DOI: https://doi.org/10.5281/zenodo.7020092
Imagen superior: © Helmut Corcova