Agostina Rusiani
Universidad Nacional de La Plata
Instituto de Investigaciones
en Humanidades y Ciencias Sociales [IdIHCS]
Sir Walter Raleigh partió hacia la Guayana al comando de cinco naves en febrero de 1595, buscaba instalar un imperio inglés en esta zona de América denominada en ese entonces Nuevo Mundo. Estaba convencido de que allí existía un reino maravilloso donde el oro abundaba: la ciudad de Manoa, o como los españoles la llamaban, El Dorado. Ello, en gran parte, debido a informes que se sustraían de barcos españoles y a relatos que le habían contado personas como Pedro Sarmiento de Gamboa, quien había sido apresado y llevado a Inglaterra luego de un ataque al barco donde se encontraba. Esta ciudad estaba ubicada, según las presunciones de la época, en Guayana cerca del Lago Parima, entre el río Amazonas y el Orinoco. Raleigh logra persuadir a la Reina Isabel I[1] que ir hacia el sur del Nuevo Mundo les permitiría expandir el poder de Inglaterra y así hacerse de riquezas aún más grandes de las que obtenía España, su acérrima enemiga; es así como envía una expedición al Orinoco. Anna María Leoni (2004) sostiene que Raleigh fue, efectivamente, quien logró que el problema de la colonización fuera asumido como una política de Estado. Durante este periodo, España era una potencia cuyo prestigio se basaba principalmente en los territorios que controlaba en América y las cuantiosas riquezas que obtenía de ello. Hasta la propuesta de Raleigh, los corsarios al servicio de la corona inglesa asaltaban los barcos españoles para despojarlos de los cargamentos que llevaban a Europa. Tener control sobre territorio americano implicaría, en efecto, tener acceso directo al oro y así obtener ventaja sobre España logrando la preeminencia sociopolítica anhelada.
Según Eric Ecclestone (1947), los documentos en los que Raleigh se basó fueron dos: un mapa bastante fantástico de la cuenca del Orinoco y documentos relacionados a una expedición realizada por el español Antonio de Berrío. Entonces, concluye que la mejor forma de proceder era seguir la corriente principal del Orinoco hasta las bocas del Caroní y desde allí explorar este tributario hasta sus fuentes donde se suponía que estaba ubicada la ciudad de El Dorado. El resultado de la expedición no es el esperado. Cuando Raleigh regresa a Inglaterra en agosto de 1595 recibe críticas diversas. Se rumoreaba que, en lugar de haber ido a la Guayana, estaba escondido y que había comprado a los españoles las piezas de metal que había traído. Para hacer frente a estas acusaciones y dar cuenta de su viaje escribe The Discovery of the large, rich, and beautiful Empire Of Guiana; with a Relation of the great and golden City Of Manoa, Which The Spaniards Call El Dorado, and The Provinces of Emeria, Aromaia, Amapaia, and other Countries, with their rivers, adjoining[2] que se publica en 1596 (de ahora en adelante, The Discovery), texto que se inserta en la tipología vinculada con las crónicas de Indias (Mignolo, «Cartas, crónicas y relaciones del descubrimiento y la conquista»), más específicamente, una carta de relación.
The Discovery tiene como principal objetivo persuadir a la autoridad, en este caso la reina Isabel I y también a aquellos que habían invertido en la expedición. Por un lado, Raleigh tiene que justificar por qué no alcanzaron su objetivo, es decir el de encontrar el Dorado o establecer una colonia; ello lo logra refiriéndose a las dificultades del clima y a la hostilidad del paisaje. Por otro lado, tenía que presentar razones suficientes para poder volver a Guayana a continuar con su empresa. En ambos casos, por cierto, era fundamental que, por medio de la escritura, presentara el paisaje y sus potencialidades a lectores que no tenían noción de estas geografías para ello recurre a la figura del vergel entre otras inflexiones que involucran una tipología espacial.
El imperio a través de las lenguas
El espacio de The Discovery, además, se vincula con lo que Susana Barrera Lobatón (2014) denomina paisaje palimpsesto pues está atravesado por los intertextos españoles y también por las lenguas y culturas nativas que ya lo han transitado. Desde un comienzo, Raleigh se sirve de palabras en español para acompañar su relato, el título es evidencia de ello al incluir una referencia a cómo llaman los españoles a Manoa: El Dorado. Muchas de las palabras que introduce tienen su explicación en inglés, entre paréntesis. Es así como el espacio está habitado por lagartos, tortugas y armadillos y se los convida con wine of piñas o vino de piñas: «and did eat of all sorts of corrupt fruits, and made meals of fresh fish without seasoning, of tortugas, of lagartos or crocodiles» (Raleigh 36).[3] Llama la atención el uso reiterado de palabras en español ya que, en su relato, Raleigh constantemente se refiere a la superioridad de Inglaterra y su reina y a la enemistad con España, no solo eso, sino que en su conclusión hace referencia a que la Guayana es todavía un país virgen que no ha sido saqueado ni explotado. Raleigh parece ignorar que, al incluir estas palabras, está dando cuenta de un espacio descubierto previamente y transitado por otras culturas. Algo que no lo ayudaría a convencer a su audiencia sobre la necesidad y la facilidad de realizar un nuevo viaje. Sin embargo, era tal su obsesión con lo español, relata Demetrio Ramos, que casi llega a «españolizarse» (480). No solo al usar palabras, sino también el género favorecido por los españoles para relatar sus viajes, la carta de relación, como ya mencionamos previamente.
Geografías imaginarias
Es importante señalar que todo lo relatado por Raleigh no responde a su experiencia directa. Como ya se mencionó, existían documentos y testimonios de origen español sobre estas tierras y de las que se sirve para construir su narración. Además, el marino había enviado a sus capitanes en expediciones que también le sirvieron para su relato.
La crónica construye el espacio valiéndose de los intertextos mencionados y, además, de elementos de la realidad, de la ficción y pertenecientes a los imaginarios de las culturas autóctonas. En la configuración del paisaje encontramos tópicos de la literatura hispanoamericana que se inauguran con las crónicas de Indias, como, por ejemplo, el del oro, el de la abundancia (Ortega 1992), de lo maravilloso (Sell 2002), y del paraíso terrenal o vergel (Escobar 1993); y el texto explora, además, algunos propios de la época, como el de la virginidad (Burgess 2007) en enlace con la construcción de lo femenino. Nos proponemos, en este trabajo, revisar cuáles son las estrategias a partir de las cuales se construye este espacio tan transitado posteriormente por la literatura y el arte en general.
Como se sabe, la búsqueda incesante es uno de los motivos principales de este viaje. Raleigh se embarca en busca de oro en abundancia. Sin embargo, al no encontrarlo, se reemplaza la existencia real y tangible de este metal por múltiples menciones de relatos de quienes lo habían encontrado como veremos más adelante. El inglés da cuenta de la riqueza de estas tierras construyendo un catálogo completo e interesante. Como plantea María de Jesús Relvas (2013) los adjetivos «large», «great», «rich», «beautiful», «golden», la secuencia de topónimos, las menciones a los ríos que encontramos desde el título nos hacen pensar en tierras con mucho que ofrecer a quienes llegaran. Es interesante, en este punto, lo que plantea Beatriz Pastor (1983) sobre la paradoja que se da cuando el modelo colombino de lo que tenían que ser esas tierras del Nuevo Mundo (que era erróneo) no se cancela al llegar y ver que hay «realidades tan diversas que irán negando su validez a lo largo de las expediciones descubridoras» (42). Aunque la autora refiere a un Colón inscripto algunas décadas previas al viaje de Raleigh, aun así podemos encontrar esta paradoja en el inglés. En el título de su relato menciona «the Golden City of Manoa» cuando, en realidad, no había encontrado el oro que esperaba ni tampoco la ciudad. Dentro del texto podemos rastrear una considerable repetición de las palabras «abundance» o «abundant» que irá a reforzar la idea en aquellos paisajes que Raleigh describe.
Hacia el comienzo del relato Raleigh se encuentra en «Tierra de Brea o Píche» donde «there is that abundance of stone pitch that all the ships of the world may be therewith laden from thence» (7).[4] Raleigh destaca que este recurso sería de gran utilidad para los barcos que, por supuesto, era un medio de transporte fundamental para la economía y la política inglesa. Si continuamos atentos a este fragmento podemos encontrar también menciones a la flora y la fauna:
the soil is very excellent, and will bear sugar, ginger, or any other commodity that the Indies yield. It hath store of deer, wild porks, fruit, fish, and fowl; it hath also for bread sufficient maize, cassavi, and of those roots and fruits which are common everywhere in the West Indies. It hath divers beasts which the Indies have not. (Raleigh 7)[5]
Estos elementos son presentados en comparación con las Indias enfatizando que en estas tierras también sería posible cultivar azúcar y otras plantas de utilidad. De tal forma se resalta la importancia que estas tierras podrían tener en la agenda de la Corona inglesa en cuanto al asentamiento en este espacio y a su explotación.
Raleigh hace menciones recurrentes a los bosques («woods») con los que se encuentra en su recorrido. En este sentido, de acuerdo a Helen Burgess (2007), se capitaliza el problema de la escasez de madera que hay en Inglaterra, una vez más un recurso fundamental para la economía del país. Utiliza la idea de la abundancia en su favor, ya que presenta nuevamente la riqueza de recursos disponibles como una ventaja.
Como plantea Jonathan P. Sell (2002), ante la falta de oro, a Raleigh le queda solo un recurso: el uso de la palabra y la descripción de estos lugares para compensarlo. El marino logra generar en el lector la idea de la Guayana como un lugar de recursos ilimitados y, si se piensa desde la perspectiva inglesa, es un inventario de recursos que en ese momento Inglaterra necesitaba.
La ausencia del oro se suple por la abundante presencia en la escritura, cargada de menciones sobre el metal. Raleigh construye en el texto una cartografía imaginaria del oro recolectando testimonios de españoles y de los miembros de las tribus con los que se encuentra. La primera parada en este recorrido es la isla de Trinidad en donde se afirma que «the Spaniards confessed that they found grains of gold in some of the rivers» (Raleigh 7);[6] no es el marino quien ve el oro, alguien le cuenta sobre la existencia del mismo. Algo semejante sucede en ocasión de una transcripción, en el español original, de un pasaje del libro Historia General de las Indias de López de Gómara donde se describen las riquezas en la corte de un antepasado del emperador de la Guayana. Luego de este fragmento que describe en detalle la abundancia del metal precioso, Raleigh legitima esta narración que, en principio, suena ficticia haciendo referencia al oro que España ya obtenía de Perú, reflexiona sobre el poder que el rey de España desarrolló en pocos años por esta razón y advierte que es importante no desaprovechar las oportunidades de hacerse con el oro de América y opina con respecto al rey de España: «If his gold now endanger us, he will then be unresistible» (Raleigh 10).[7] Aquí el inglés se vale de la rivalidad de Inglaterra con este imperio para validar sus argumentos en cuanto a la importancia de su expedición. Raleigh está tan convencido de que estas tierras eran abundantes en oro que afirma:
But it shall be found a weak policy in me, either to betray myself or my country with imaginations; neither am I so far in love with that lodging, watching, care, peril, diseases, ill savours, bad fare, and many other mischiefs that accompany these voyages, as to woo myself again into any of them, were I not assured that the sun covereth not so much riches in any part of the earth. (Raleigh 28)[8]
El jardín
La abundancia a la que Raleigh hace mención constantemente nos permite pensar en el espacio como un paraíso terrenal (tópico del vergel) que provee recursos inagotables: los árboles siempre tienen frutos, hay animales de especies variadas, los habitantes se alimentan de lo que les provee la naturaleza, hay abundante agua fresca. Podemos señalar dos momentos específicos en los que el diseño del espacio remite al jardín. Cuando se refiere a la situación del pueblo de Toparimarca dice: «standing on a little hill, in an excellent prospect, with goodly gardens a mile compass round about it, and two very fair and large ponds of excellent fish adjoining.» (Raleigh 24).[9] En esta descripción encontramos los elementos que según José Manuel Escobar Isla (1993) son comunes a todo jardín cerrado: el cerramiento vegetal, las plantas, los animales y el agua. Sin embargo, en su edición de The Discovery, Demetrio Ramos aclara en sus notas que esta descripción idílica respondía a un antojo imaginativo impulsado por «la necesidad que tenía de ofrecer estampas atractivas» (593). Por otro lado, Ramos destaca que la descripción de la zona de las cataratas del río Caroní tiene un matiz realista y que esto nos permite pensar que es un paisaje que Raleigh mismo observó, que no fue tomado de reportes de otras expediciones. En este fragmento dice:
I never saw a more beautiful country, nor more lively prospects; hills so raised here and there over the valleys; the river winding into divers branches; the plains adjoining without bush or stubble, all fair green grass; the ground of hard sand, easy to march on, either for horse or foot; the deer crossing in every path; the birds towards the evening singing on every tree with a thousand several tunes; cranes and herons of white, crimson, and carnation, perching in the river's side; the air fresh with a gentle easterly wind; and every stone that we stooped to take up promised either gold or silver by his complexion (Raleigh 28).[10]
En este fragmento no solo podemos distinguir los elementos del jardín, sino que también se nos presenta desde la descripción y las palabras elegidas por el escritor un lugar idílico donde incluso las piedras eran semejantes a metales preciosos (a pesar de no serlo).
El paisaje y lo femenino
En The Discovery, la mirada del espacio también está filtrada por la concepción de lo femenino. Se pueden rastrear tres instancias donde se hace referencia a mujeres: las menciones a la reina Isabel I, a las Amazonas y a las nativas.
La idea del espacio como paraíso que mencionamos previamente se puede relacionar también con el tópico de la virginidad. Raleigh declara en su conclusión: «Guiana is a country that hath yet her maidenhead, never sacked, turned, nor wrought; the face of the earth hath not been torn, nor the virtue and salt of the soil spent by manurance. The graves have not been opened for gold, the mines not broken with sledges, nor their images pulled down out of their temples» (Raleigh 37).[11] Aquí, la Guayana está presentada como el cuerpo de una mujer virginal pues utiliza el término «maidenhead». Raleigh concibe el espacio una vez más desde su potencial, son tierras que no han sido «aprovechadas» en términos europeos, es decir explotadas y despojadas violentamente de sus riquezas y aclara que su intención es protegerlas de los españoles. Además, no podemos ignorar que al referirse a la virginidad Raleigh establece una conexión con la reina Isabel, la reina virgen.[12] Presenta estas tierras como una contrapartida de la monarca para persuadir a la Reina desde su identificación con el espacio.
También se hace referencia a la presencia de un grupo de mujeres guerreras en estas tierras refiriendo a las Amazonas. Raleigh no se encuentra, por supuesto, con estas mujeres, sino que incluye en su relato aquello que le ha contado un cacique. Afirma también que estas mujeres poseían oro. Hacia el final de The Discovery, encontramos esta cita «the Amazons, those women shall hereby hear the name of a virgin, which is not only able to defend her own territories and her neighbours, but also to invade and conquer so great empires and so far removed» (Raleigh 39).[13] De esta forma, se une en la conclusión del relato a las dos figuras femeninas principales de su relación en las que se conjugan fortaleza y autonomía.
Finalmente, en cuanto a las nativas, Raleigh se detiene en las mujeres, algo que no era muy frecuente para los exploradores, en especial ingleses. Se mencionan las tareas que tenían las esposas de los hombres de las tribus, por ejemplo. Se hace una referencia a la esposa de un cacique en particular. Esto es porque le llama la atención su comportamiento y su belleza:
That cacique that was a stranger had his wife staying at the port (…) and in all my life I have seldom seen a better favoured woman. (…) and it seemed she stood not in that awe of her husband as the rest, for she spake and discoursed, and drank among the gentlemen and captains, and was very pleasant, knowing her own comeliness, and taking great pride therein. I have seen a lady in England so like to her, as but for the difference of colour, I would have sworn might have been the same. (Raleigh 24)[14]
Se nos presenta una mujer que aparentemente no es como el resto, ni en sus acciones ni en su aspecto físico. Podríamos pensar que es una mujer con poder con la que la reina podría identificarse.
También es significativa la mención de los Canuri, ya que son gobernados por una mujer con quien Raleigh tuvo contacto:
the Canuri, which are governed by a woman who is inheritrix of that province; who came far off to see our nation, and asked me divers questions of her Majesty, being much delighted with the discourse of her Majesty's greatness, and wondering at such reports as we truly made of her Highness' many virtues (Raleigh 35)
Esta cita refuerza la idea de identificación con las tierras mencionadas más arriba ya que nos presenta a una mujer gobernando, algo poco usual. No solo eso, sino que Raleigh hace hincapié en la admiración que expresa la mujer al oír sobre la reina. Una vez más el explorador introduce elementos en los que Isabel I puede reconocerse dentro de un espacio tan lejano y diferente.
Es interesante notar que, en su mayoría, cuando se hace alusión a mujeres, se trata de mujeres poderosas (la reina, la esposa del cacique, las mujeres guerreras) pero aun así son de una forma u otra equiparadas con el espacio.
Lo real maravilloso
Finalmente, en cuanto al tópico de lo maravilloso, Sell (2002) sostiene que es una figura central en la reacción inicial de los europeos al Nuevo Mundo. Además, Raleigh introduce elementos maravillosos en su relato como una forma de compensar la falta de oro. Como en el caso de las referencias a la abundancia y el oro, el relato no solo se vale de las descripciones, sino que también encontramos en él varias instancias de la palabra «marvellous» que refuerzan con su apreciación personal aquello que está presentando. En un momento, por ejemplo, cuando se está describiendo fauna, dice: «we saw in it divers sorts of strange fishes, and of marvellous bigness» (Raleigh 22).[15] Este tópico, como el resto de los ya nombrados, se desarrolla con instancias en donde Raleigh es testigo, es decir lo ve, y otras en las que reproduce relatos.
En cuanto a Raleigh testigo y en relación con el paisaje, nos encontramos hacia la mitad del texto con un pasaje donde, después de reconocer que puede ser repetitivo y tornar el relato «pesado y vulgar», dice: «surely we saw in those passages of very rare colours and forms not elsewhere to be found, for as much as I have either seen or read» (Raleigh 20).[16] Aquí el escritor hace referencia a su vasta experiencia para recalcar lo maravilloso del espacio. Lo mismo sucede cuando describe las cataratas en el Caroní: «and there appeared some ten or twelve overfalls in sight, every one as high over the other as a church tower» (Raleigh 28).[17] Aquí el objetivo es que el lector comprenda la altura y la magnitud de lo que ve comparando con algo ya conocido: la torre de una iglesia —un elemento arquitectónico—, dado que no encuentra paralelo alguno en lo reconocible en la naturaleza.
Por otro lado, el tópico de lo maravilloso se presenta con mayor vehemencia cuando Raleigh refiere los abundantes árboles que tienen ostras. Para afirmar que este hallazgo es verídico menciona dos autores que también describen dichos árboles:
and one salt river that had store of oysters upon the branches of the trees, and were very salt and well tasted. All their oysters grow upon those boughs and sprays, and not on the ground; the like is commonly seen in other places of the West Indies, and elsewhere. This tree is described by Andrew Thevet, in his France Antarctique, and the form figured in the book as a plant very strange; and by Pliny in his twelfth book of his Natural History. (Raleigh 7)[18]
Lo maravilloso se sostiene, entonces, en el tópico de la experiencia, pero también en el relato de otros; un ejemplo de ello, es decir de aquello que Raleigh no vio es la mención a los Ewaipanoma:
Next unto Arui there are two rivers Atoica and Caura, and on that branch which is called Caura are a nation of people whose heads appear not above their shoulders; which though it may be thought a mere fable, yet for mine own part I am resolved it is true, because every child in the provinces of Aromaia and Canuri affirm the same. They are called Ewaipanoma; they are reported to have their eyes in their shoulders, and their mouths in the middle of their breasts, and that a long train of hair groweth backward between their shoulders. (Raleigh 28)[19]
Según Raleigh, escucha lo anterior en Inglaterra de parte del hijo de un cacique (que había llevado a Europa) que, al ver su incredulidad, le aclara que «no los consideraban como una cosa rara entre ellos». Esto no lo convence ya que escribe más adelante: «Whether it be true or no, the matter is not great, neither can there be any profit in the imagination; for mine own part I saw them not, but I am resolved that so many people did not all combine or forethink to make the report» (Raleigh 29).[20] El hecho de que fuera posible que esta tribu existiera ya de por sí es parte de lo maravilloso de estas tierras.
Palabras finales
Hemos tratado los tópicos de forma separada para poder analizarlos en más detalle, pero es importante aclarar que en el texto se presentan como un entramado que le permite a Raleigh describir el espacio de la forma más conveniente y atractiva posible, en especial, a los ojos de la reina. El tópico del oro, junto con el de la abundancia y el del vergel, resalta la riqueza de la región en cuanto a recursos pero también estética. Junto con la topografía sobre el espacio a partir de lo femenino y de lo maravilloso el autor refuerza su idea de que estas tierras serían ideales para asentarse y explotarlas, y así obtener ventaja en la carrera imperialista. Sumado a esto, las múltiples menciones a la reina permiten concretar la persuasión en aras de una empresa de conquista y colonización del tan anhelado oro.
Notas
[1] Mucho se ha dicho sobre la relación entre Isabel I y Raleigh. Al respecto se puede consultar Lyons 2012; Nichols & Williams 2011; Ecclestone 1947.
[2] [El descubrimiento del vasto, rico y hermoso imperio de la Guyana, con un relato de la poderosa y dorada ciudad de Manoa (que los españoles llaman El Dorado) y de las provincias de Emeria, Arromaia, Amapaia y otros países y ríos limítrofes].
[3] [«que comíamos toda clase de frutas en malas condiciones, pescados frescos sin salar, tortugas, lagartos»].
De aquí en más, las traducciones provienen de la versión en castellano de The Discovery de Betty Moore, consignada en la bibliografía final.
[4] [«Hay tal abundancia de piedra de brea, que bastaría para cargar todos los barcos del mundo.»]
[5] [«la tierra de excelente calidad, apropiada para cultivar azúcar, jengibre o cualquier otra planta de las que se dan en las Indias. Hay abundancia de venados, cerdos salvajes, frutas, pescados y aves. También se produce suficiente Mais y Cassavi para el pan, así como las raíces y frutas que son corrientes en las Indias Occidentales. Existe, además, una gran variedad de animales de los que carecen las Indias.»]
[6] [«Los españoles confesaron que habían encontrado granos de oro en algunos de los ríos.»]
[7] [«con el oro que actualmente posee es ya una amenaza, entonces será irresistible.»]
[8] [«No es mi deseo engañarme a mí mismo o a mí país con fantasías,ni tampoco estoy tan enamorado de aquellos alojamientos, vigilias, atenciones, peligros, enfermedades, pestilencias y comidas y otras mil calamidades que acompañan a estos viajes, como para pretender mandar una nueva expedición, si no estuviera convencido de que en ningún otro lugar del mundo brilla el sol sobre tantas riquezas.»]
[9] [«Está asentado sobre una colina que tiene excelentes vistas. Hay grandes jardines en una milla a la redonda y, además, dos grandes lagos, de agua clara, y excelente pescado junto a él.»]
[10] [«Nunca he contemplado un paisaje más hermoso ni vistas más alegres: colinas que se levantaban aquí y allá sobre el valle; el río serpenteando en diversos brazos, con las planicies contiguas desprovistas de matas y de maleza; todo cubierto de hierba verde y fina y con un suelo de arena dura, cómodo para caminar a caballo o a pie; venados que cruzaban cada sendero; pájaros que al atardecer cantaban en todos los árboles sus mil canciones distintas; grullas y garzas blancas, rojas y carmesí, que parloteaban en las orillas. El aire fresco soplaba en forma de una ligera brisa del Este, y cada piedra que cogíamos semejaba, por su color, ser de oro o de plata.»]
[11] [«la Guayana es un país todavía virgen, jamás saqueado, ni hollado, ni explotado; la tierra no ha sido roturada, ni gastadas en fertilizarla la virtud y la sal de su suelo; sus tumbas no han sido forzadas para buscar oro, ni sus minas excavadas, ni las imágenes de sus templos abatidas.»]
[12] La reina nunca se casó. Con el tiempo desarrolló la imagen de una reina casada con su trabajo y su gente, es por eso que se la llamaba la reina virgen.
[13] [«las Amazonas, estas mujeres oirán de esta manera, el nombre de una virgen, que no solamente es capaz de defender sus propios territorios y los vecinos, sino también de invadir y conquistar imperios tan poderosos y tan lejanos.»]
[14] [«El cacique de fuera tenía a su mujer aguardándole en el puerto (...), y pocas veces en mi vida he visto una mujer más hermosa. (..) Parecía que, al contrario que las demás mujeres, no temía a su marido, pues conversaba y bebía con los caballeros amablemente, dándose cuenta de su belleza y mostrándose orgullosa de ella. Conozco a una dama en Inglaterra tan parecida a ella que, si no fuera por la diferencia de color, hubiera jurado que era la misma.»]
[15] [«vimos también muchos peces raros y de gran tamaño.»] (Raleigh, 584)
[16] [«repito que vimos en aquellos parajes unos colores y unas formas tan raras como no se encuentran en ningún otro lugar. Por lo menos, de acuerdo con los conocimientos que yo tengo, proporcionados por lo mucho que he visto y leído.»]
[17] [«aparecieron ante nuestra vista unas diez o doce cataratas, escalonadas unas tras otras y cada una tan alta como la torre de una iglesia.»]
[18] [«Hay en los árboles próximos a sus orillas muchas ostras muy saladas y suculentas que viven en el ramaje y no en el suelo, lo que es corriente también en las Indias Occidentales y en otros lugares. Este árbol fue descrito por Audrewe Thevet, en su Antartique francesa, corno una planta muy rara; y, asimismo, por Plinio, en el libro xii de su “Historia Natural”.»]
[19] [«En las orillas del segundo vive una nación de gentes cuyas cabezas no asoman por encima de sus hombros. Se puede pensar que esto sea una mera fábula; pero estoy convencido de que es verdad, pues hasta los niños de las provincias de Arromaia y Canttri así lo afirman. Se llaman Ewaipanoma y se dice que tienen los ojos en los hombros y la boca en medio del pecho y que un gran mechón de pelo les crece hacia atrás entre los hombros.»]
[20] [«Que sea verdad o no, el asunto no tiene gran importancia; tampoco ganaremos nada con especulaciones; yo no los vi personalmente, pero me parece difícil que tanta gente pueda ponerse de acuerdo para inventar esta especie.»]
Bibliografía
Ediciones
- Raleigh, Walter. The Discovery of Guiana. Fairbanks: The Gutemberg Project. E-book, 2013. https://www.gutenberg.org/files/2272/2272-h/2272-h.htm (20/09/2021).
- Raleigh, Walter. El descubrimiento del vasto, rico y hermoso imperio de la Guayana, con un relato de la poderosa y dorada ciudad de Manoa (que los españoles llaman El Dorado) y de las provincias de Emeia, Arromaia, Amapaia y otros países y ríos limítrofes (1595). Trad. Betty Moore y notas críticas de Demetrio Ramos. Apéndice incluido en Ramos, Demetrio. El mito del Dorado, su génesis y proceso. Caracas: Academia Nacional de Historia, 1973, 479-647.
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Teórica y metodológica
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Referencia electrónica
Rusiani, Agostina. «Espacio e imaginación: la construcción de la leyenda de El Dorado en The Discovery de Sir Walter Raleigh». Hyperborea. Revista de ensayo y creación. 4 (2021): 221–34. https://www.hyperborea-labtis.org/es/paper/espacio-e-imaginacion-la-construccion-de-la-leyenda-de-el-dorado-en-discovery-de-sir-walter
DOI: https://doi.org/10.5281/zenodo.5291987