Panfleto. Último momento. Los orígenes patafísicos de la etnografía: al fin las pruebas

Ubu roi

Bernard Müller
Curio
Miembro asociado del IRIS (EHESS, París)


All this [starting] from a chicken gizzard in Kolwezi.
Johannes Fabian.[1]

 

Este artículo da cuenta de uno de los pequeños descubrimientos más sorprendentes de la gran historia de las ciencias. Investigaciones recientes tenderían a demostrar que la etnología habría tenido orígenes patafísicos. Ni más ni menos. Demasiado tiempo guardado en secreto por temor al riesgo de contagio epistemológico que el mismo representa, este descubrimiento no cesa de agitar los medios científicos. De confirmarse, el mismo amenazaría con dar por tierra con las esperanzas de quienes aspiran a demostrar la genealogía científica, matemática o astronómica del ADN etnográfico. Si las pruebas evidenciaran que, en efecto, existe una filiación positivista de tal naturaleza, los genes de nuestro ancestro en común no se hallarían más que como indicios en proporción mucho menor que los de nuestro ancestro artístico, por ejemplo.

Otra curiosidad propia de la etnografía: su genotipo parecería modificarse en tránsito, en contacto, por impregnación o por influencia de acuerdo a los encuentros. Tal característica sugiere a los especialistas asociaciones con el «síndrome de Zelig» en referencia al desopilante film de Woody Allen (1983), cuyo protagonista —Leonard Zelig— es un hombre camaleónico que adquiere de modo espontáneo la forma y el carácter de la persona con la que se relaciona. La proximidad dada inicialmente entre algunos etnólogos y científicos habría contagiado así a personalidades que eran, en un principio, fundamentalmente patafísicas. En este modo de transmisión por simpatía, radicarían asimismo ciertas propiedades de la etnografía atribuibles, en consecuencia, a todas las poblaciones con las que dicha disciplina estuvo en contacto en el curso de su corta mas intensa historia.

En este punto es pertinente recordar el espíritu de la patafísica según el gran etnólogo Alfred Jarry y tal como lo recupera en sus dichos Laurent Margantin (2016), un ilustre miembro del grupo, que ha preferido permanecer bajo anonimato en un sitio oculto de la internet [https://oeuvresouvertes.net/spip.php?article1121]:

Aquí el benévolo siglo cuando el Padre Ubu pronunció su decisivo e inaugural Merdre. Merdre que, ante todo, es el del Jarry estudiante del colegio de Rennes bajo la dirección del señor Hebert, su profesor de física: «todo lo grotesco que se halla en el mundo»; merdre enorme dirigida a todos los pequeños monarcas del Saber y del Poder (militar, económico, político, literario, religioso, etc.) que se lanzan al siglo munidos de nuevas técnicas de proliferación verbal y de los cuales el Padre Ubu es un reflejo apenas deformado.

Un poco encriptados, es evidente que estos dichos se hacen eco de los del padre fundador, formulados por Alfred Jarry [2] (1873-1907) en 1898: «la ‘patafísica es la ciencia de las soluciones imaginarias, que concierta simbólicamente a los lineamientos[3] las propiedades de los objetos descritos por su virtualidad» (en Gestes et opinions du docteur Faustroll, pataphysicien finalizado en 1898 pero publicado tras su muerte en 1911).

Organizado de forma misteriosa y definiéndose como una «sociedad de investigaciones eruditas e inútiles», el Collège de ‘Patafísica no se creará hasta 1948 siguiendo las recomendaciones de su fundador. Notemos que dicho Collège consiste en cátedras fundamentales y permanentes tales como: «Mitografía de las Ciencias Exactas y de las Ciencias Absurdas»; «Náutica Epigenia e Hypogenia»; «Velocipedología»; «Cinematografología y Onirocrítica»; «Cocodrilología»; «Trabajos Prácticos de Belga». La organización de las investigaciones llevadas a cabo por los responsables de esas cátedras requiere de una adminsitración rigurosa, que descansa sobre una estricta distribución de las funciones que garantiza una inutilidad absoluta. Por cierto: el Curateur Inamovible «situado en la ethernidad», a saber, el Doctor Faustroll, preside la esencia y la existencia del Collège. Cuenta en sus funciones con la asistencia de un Vice-Curateur elegido, quien —secundado a su vez por un Starosta— dirige el Collège, tanto en lo espiritual como en lo temporal, asegurando que el mismo «no tenga utilidad alguna». Un grupo de «Provéditeurs» administra los bienes «imaginarios y reales» del Collège; organiza sus publicaciones y muestras; crea las cátedras de enseñanza entre las que aspira a sumarse el Taller de Antropología Potencial [Ouvroir d’Anthropologie Potentielle] que proponemos aquí. Existen provéditeurs funcionales como el Provéditeur Rogateur a cargo de la coordinación de los medios, el Provéditeur Éditeur a cargo de las publicaciones, etc. Otros provéditeurs representan al Collège en territorios más o menos remotos como los «Países Helvéticos, Alpinos, Teutónicos y Ultramontanos». Este interés por la lejanía deja entrever sin duda alguna la pulsión etnográfica. La difusión de la ‘Patafísica y su transmisión están asegurados por los «Satrapes» y los Régents, etc., etc., etc. No se impone restricción alguna a la libertad de enseñanza. «¿Sólo los serios tomados en serio, el lirismo y otros productos astringentes serán susceptibles de transmitir enseñanzas improcedentes?»

En consideración de la evidente proximidad entre la ‘patafísica y la etnografía aquí manifiesta, tiene sentido preguntarnos cómo ha sido posible que el parentesco entre ambas permaneciera oculto por tanto tiempo.

El impacto fatal de la colonización

Es factible explicar los motivos de tal ocultamiento, al menos en parte, por medio de las brutales circunstancias de su surgimiento. Originada en medio de la tormenta colonial y puesta con frecuencia a su servicio, la etnología evolucionó en un mundo indócil. Prima hermana del positivismo triunfante de una sociedad que proclama por lo «alto» el progreso revolucionario de la Ilustración, y que trata por igual de atrasados a los campesinos de sus campos que a los indígenas de sus colonias, la etnografía se esfuerza hoy por adecuar su discurso a sociedades cada vez más divididas, polarizadas, si bien, a veces, también más horizontales y democráticas.

El «terreno», en cuanto «técnica» por excelencia del etnólogo, se halla bajo sospecha de reproducir un modelo autoritario. Ávido de «datos» destinados a nutrir una máquina burocrática presa de un apetito cada vez más insaciable, el investigador establece con su «terreno» una relación asimétrica, ejerciendo mediante su disciplina una violencia epistémica (Foucault[4] y Spivak[5]) cuya finalidad es extraer datos a la vez que otros individuos, con frecuencia en esos mismos terrenos y en esos mismos bosques, extraen materias primas o explotan mano de obra. La comparación es osada y quienes se sientan interpelados por ella tienen el derecho de defenderse (¡qué escándalo!) con todas sus fuerzas por ser las piezas esenciales —mal que les pese— de una superestructura. Asumir un auténtico compromiso político junto con aquellos de quienes extraen datos compensa por cierto la mala conciencia que resulta de lo anterior.

Las poblaciones estudiadas no se plantean más el asunto. Esto explica porqué hoy en día la recepción de un etnólogo va acompañada de escepticismo y que la conocida caricatura de Gary Larson (The Far Side, 1984) —reproducida a continuación—, cause gracia incluso a los mismos etnólogos, quienes reconocen en ella lo no-dicho ‘patafísico.

 

1.Muller
«Antropólogos! ¡Antropólogos!»

 

Sin embargo, desde el inicio de la conquista colonial, siendo Argelia apenas francesa, las voces se alzarían para denunciar de entrada y desde su origen a la inanidad civilizatoria de la colonización, mucho antes del magnífico boicot surrealista del «No visite la exposición colonial» (1931).

Al demostrar que el orden a punto de instalarse hacia fines del siglo XIX como resultado de la revolución industrial conduciría a las catástrofes del siglo XX, una banda de tipos divertidos toma la iniciativa de poner un vidrio de aumento sobre la farsa ubuesca de la humanidad, en nombre de un progreso del cual la etnología balbuceante, formando escuela, reclamaba ser parte de su cortejo, ambiciones, y jerarquía como teatro del absurdo.

 

2.Muller

 

Fue así como el nacimiento de la ‘Patafísica coincidió con momentos clave de la expansi colonial y el surgimiento de la etnología. Cuando Alfred Jarry establece en 1898 las reglas de su disciplina, Marcel Mauss definía por su parte los fundamentos teóricos de la etnología.

Tres años antes, Emile Durkheim había definido en su obra seminal Les Règles de la méthode sociologique (1895) el hecho social como «toda manera de hacer, fijada o no, susceptible de ejercer sobre el individuo una coacción exterior; o bien: que es general en el conjunto de una sociedad, conservando una existencia propia, independiente de sus manifestaciones individuales». De este modo, el autor establece las bases de un estudio del hecho social, haciendo posible así el proyecto etnológico, y su burla ‘Patafísica.

Recordemos que la expansión colonial había llegado a su máximo esplendor durante el último decenio del siglo XIX. En 1898, el ejército colonial francés ocupa Sikasso, la capital de Kénédougou defendida por Samory Touré, y la saquea. Esos años son asimismo los del triunfo del positivismo al estilo de Auguste Comte en una República donde Jules Ferry, promotor de «la escuela laica, gratuita y obligatoria» deviene por su parte —¿mera coincidencia?— ministro de las colonias, y partidario convencido de la misión civilizatoria de Francia, tal como la encarna el explorador Pierre Savorgnan de Brazza lanzado a conquistar el Congo (1879)…

Ese año, el reino de la Patagonia —que pudo haber servido de modelo a la «Pologne» (al estilo de Jarry)— no existía ya si quiera como mero recuerdo. Fundado por un aventurero francés que tomó el título único de Orélie-Antoine I, el reino de la Araucanía y de la Patagonia tendría una existencia comprobable entre 1860 y 1862 gracias al apoyo de grupos Puelches y Tehuelches de la región hasta que tuvo lugar la conquista de Perquenco, capital del reino, a manos de tropas del ejército chileno. Si bien Jarry no se refiere explícitamente a dicho reino, del siguiente retrato del efímero rey-campesino Orélie-Antoine de Tounens (La Chaise, Francia, 12 de mayo de 1825 - † Tourtoirac, Francia, 19 de septeimbre de 1878) se desprende un sorprendente aire de familia.

 

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Orélie-Antoine de Tounens (fuente desconocida).

 

A partir de las dos últimas décadas del siglo XIX, Francia busca colonizar nuevos territorios. Túnez en 1881, Annam en 1883, y Tonkin en 1885 devienen protectorados franceses. La sesión parlamentaria del 28 de julio de 1885 está dedicada a la elaboración de un proyecto de créditos extraordinarios para financiar una expedición a Madagascar donde Francia también intenta imponer su protectorado. Jules Ferry, antiguo alcalde y diputado de París, es el vocero de esta nueva política de conquista colonial cuyos beneficios económicos, humanitarios y estratégicos defiende en un discurso pronunciado frente a un adversario de la talla de George Clemenceau. Ferry declara: «Señores, ¡es necesario alzar la voz y con la verdad! Es necesario decir abiertamente que las razas superiores, en efecto, gozan de un derecho en relación con las razas inferiores». Algunos meses antes, este mismo Jules había impulsado una serie de leyes votadas entre 1881-1882 para asegurar la escuela gratuita (1881), la instrucción obligatoria y la educación pública laica (1882).

 

«En cuanto a la acción, la misma tiene lugar en Polonia, es decir, en ninguna parte.»

 

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Polonia en 1898, la «Polonia del Congreso» o los «países de la Vístula»

 

En dicho año, mientras que Alfred Jarry renunciaba a presentarse al concurso de la École Normale Supérieure en el cual estaba inscripto, Marcel Mauss (1872-1950) —quien ya había obtenido la licencia para desempeñarse como profesor—, con sólo 26 años, se instala en París para asistir a los cursos de la École Pratique des Hautes Études, donde estudia idiomas (fundamentalmente el sánscrito) y ciencias de la religión, con el objetivo de reunir el material necesario para una tesis doctoral sobre la oración. Al mismo tiempo, Alfred Jarry hacía decir al Padre Ubu: «– Podéis sentiros halagados de estar todavía con vida (…) lo debéis a la magnánima virtud del Maestre de las Finanzas, que se ha esforzado, deslomado y desgañitado recitando padrenuestros por vuestra salvación y que ha blandido la espada espritual de la plegaria con tanto coraje como vostoros habéis escrimido con destreza la temporal manopla explosiva del aquí presente palotín Cotiza. Nosotros hemos llevado aún más lejos nuestra abnegación, pues no hemos dudado en subir a la roca más alta para que nuestras plegarias llegaran más pronto al cielo.»[6]

De un mundo al otro

Hay que decirlo, desde hace tiempo la disciplina viene arrastrando una mala reputación. Ya en 1986, James Clifford (91) transmitía en qué medida: «Si el etnógrafo produce una interpretación cultural, fundada en una experiencia de investigación intensiva, ¿cómo se llega a transformar una experiencia desprovista de reglas en un relato textual revestido de autoridad? Más precisamente, ¿cómo un encuentro locuaz, sobredeterminado, marcado por múltiples relaciones de poder y de intereses personales, puede traducirse y circunscribirse para devenir la versión adecuada de un "mundo otro" más o menos discreto, concebido por un autor singular?»[7] Al fin de cuentas, es fuera de la disciplina donde la etnología destila lo mejor de sí misma.

Después de Lévi-Strauss, pocos son los que aún se aventuran —seriamente— por el camino del maestro para quien «El antropólogo es un astrónomo de las ciencias sociales: está encargado de descubrir un sentido para configuraciones muy diferentes, por su orden de grandeza y distancia, de aquellas que están inmediatamente próximas al observador»... No, pese a las apariencias, esta proposición interestelar no se debe a uno de los miembros de nuestro ilustre Collège de ‘P.!

Tal como lo corrobora el inventor de la antropología estructural, el carácter fantástico implícito en el pasaje del terreno al texto, pasando por el escritorio, abre una puerta a todos los posibles. Con esta certeza, Johannes Fabian[8] propuso una relectura de la historia de la etnología africanista de fines del siglo XIX, al demostrar que la vasta operación de «ordenamiento» del continente a través de la antropología había sido obra de exploradores exhaustos, alcohólicos, morfinómanos, amantes enloquecidos o palúdicos, cuyo mundo de conocimiento provenía más del éxtasis, para utilizar una calificación positiva, que de la fría «racionalidad». En efecto, frente a ciertos delirios taxonómicos que, sin duda alguna, se desprenden de una neurosis clasificatoria, incluso podemos sentirnos sorprendidos de que la etnología no haya sido aún considerada como una pseudociencia, junto a la frenología o, acaso, la astrología.

El hecho de que el protocolo científico de la etnografía no se encuentra subordinado a ninguna forma de verificación sugiere que el conocimiento que la disciplina cree producir no mantiene más que una relación muy distante con la realidad sobre la que cree estar rindiendo cuentas. ¿Cuánto más habrá que esperar un gran libro negro sobre las aberraciones comprobadas de la etnología y las catastróficas consecuencias políticas asociadas a sus errores?

Portnawak

Si la etnografía es finalmente portnawak, bien podría comprobarse que su carencia es su virtud.[9] Que diga «no importa qué»[10] no la hace menos interesante. Más bien al contrario: por ser imaginativa es que nos resulta apasionante y nos permite saber un poco más sobre el hombre. En lugar de considerarla como una minusvalía, los etnólogos deberían asumir la esencia fantasiosa de su arte como más próxima de la ‘Patafísica que de la astronomía.

Desde esta nueva perspectiva, Jorge Luis Borges, uno de los etnólogos más grandes que hayan existido, demostró —él, que llegó al mundo mientras Jarry ensayaba Ubu— que la ficción, la invención, la fantasía, e incluso la mitomanía, demuestran ser excelentes incentivos heurísticos, como en el caso de la etnoficción de Jean Rouch, o —en otro tipo de registro— el teatro invisible de Augusto Boal, o el sinnúmero de enfoques orientados a elaborar un dispositivo ficcional que provoque lo real, como ocurre en el etnoteatro, por mencionar uno entre otros ejemplos posibles. Muchos son en efecto los ‘Patafísicos que se ignoran entre sí.[11]

Así, en lugar de aferrarse a pasadas lunas (para extender la metáfora astronómica hasta el final), la salvación de la etnología consistiría en aferrarse a la rama vanguardista presurrealista de su árbol genealógico, abandonando la rama naturalista a su propia y triste suerte. Vencida en el campo de batalla de la ciencia, la etnología bien podría renacer como ejercicio de estilo al modo de OULIPO.[12] El Taller de literatura potencial [Ouvroir de littérature potentielle] es un grupo internacional de personas de las letras y de las matemáticas que se definen como «ratas que construyen por sí mismas el laberinto del cual se proponen salir». Habría que darle vueltas a la noción de «restricción» y producir nuevas estructuras que estimulen la creación.

 

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«¡Si siguen así, se van afuera!», Le Petit Journal, 10 de julio de 1898.

 

Dicha propuesta, en relación con la etnología, permitirá considerar el terreno como una restricción cuya finalidad sea permitir el florecimiento de una cierta forma del arte de la conversación, ¡el arte de decir no importa qué! Esta estética relacional (Bourriaud, 1998) abarca por completo las cuestiones estricamente científicas, en tanto el terreno del antropólogo funciona como una suerte de pliegue de lo real, abriéndose entonces a otras dimensiones. Así pues, ya no se trata tan sólo de concebir el terreno como un dispositivo de investigación destinado a producir información, sino de considerarlo como un arte social basado en un principio de amistad, sin olvidar, tal como nos lo recuerda el utópico y pensador de la distopía moderna Ivan Illich,[13] que la amistad es el camino más seguro hacia el conocimiento.

Un ejercicio de estilo derivado de un arte que se concibe como ciencia

El terreno se transformará así en un juego. En él, la descripción etnográfica deberá asumir el desafío de alcanzar el rango de un ejercicio de estilo derivado de un arte que se concibe como ciencia. Este juego, que ya existe (sin ser considerado como tal) podría llegar a formalizarse de forma más precisa. A imagen de la realidad social e, incluso, tal como lo señala el antropólogo Jean Bazin, de modo que sus reglas admitan modificaciones en marcha y que «las explicaciones proporcionadas a los espectadores representen al fin y al cabo jugadas».[14] Aquí pues, una pista ‘Patafísica interesante de explorar más largamente. La finalidad de este juego consistirá en hacer visibles los aspectos «antropológicos» de una situación dada, de forma entretenida. Este proyecto será de ahora en más la tarea del OUANPO, Ouvroir d’ANthorpologie POtentielle (o «de Poche») [Taller de ANtropología POtencial], en cuyo marco habrán de organizarse las actividades.[15]

No existe prueba alguna pero, sin embargo, es muy factible que Marcel Mauss haya asistido a una de las representaciones de Ubu en el teatro. En cambio, sí sabemos con certeza que Jarry asistía con pasión a los cursos que el filósofo Henri Bergson dictaba en el colegio Henri IV y en la École Normale Supérieure,[16] el pensador de la risa a quien también seguía el autor del «Essai sur le don», texto considerado como una de las piedras fundacionales de la teoría etnográfica moderna.

Jarry frecuentaba los círculos literarios donde se cruzaba con Alfred Valette, el director del Mercure de France, León-Paul Fargue, Mallarmé, Oscar Wilde, Apollinaire, el Aduanero Rousseau al que defendía y amaba el entonces incomprendido Gauguin en su idealismo colonial. Durante esos años, el mundo del arte se entremezclaba con el mundo de la ciencia en las calles de París.

¿Hacia una pataetnología?

La crisis de la etnología ha relegado lo mejor de sí misma a los márgenes. Los secretos más bellos que abriga su historia han sido desechados. De hecho, hoy en día, la etnología es más interesante en sus extrapolaciones —sobre todo— artísticas que hacia el interior de sus estrictos perímetros académicos. Es en esta situación límite donde la etnología también revela su talento e increíble capacidad para renacer de las propias cenizas, animada por la irrefrenable curiosidad del hombre respecto del hombre. En consecuencia, no sorprende en absoluto que una de las tradiciones literarias más irreverentes de fines del siglo XIX pueda aportar, un siglo después, una solución a un problema planteado en la actualidad.

Hoy continuamos siendo contemporáneos de Alfred Jarry dada la proliferación universal de Padres Ubu que no cesan de hablar en nombre de los ideales más diversos con los cuales afirman su grandioso y rechoncho poder de lenguaje. La universidad y las artes no escapan a esta epidémica constatación. Frente a semejante multiplicación, la implosión de la palabra autoritaria a la que invita Jarry es de buen augurio. La libertad formidable que ella pone de manifiesto se hace ahora más necesaria que nunca frente al grotesco poder del mundo; lejos de ser destructora, el terrorismo pastelero (los tortazos que enchastran con crema la cara) es su método más violento.

Así pues, podría decirse que la ‘Patafísica salva, más que completa de forma acabada, a la etnografía; la salva al borde de un abismo, contribuyendo a su «reinicialización» [refunctionning], según el término de George Marcus. Este antropólogo norteamericano postmoderno transpone dicho término del dramaturgo Bertolt Brecht [«umfunktionnierung»] para designar el proceso que permite al teatro intervenir en el transcurso de una sociedad como lo hace la ciencia, en el contexto de estas páginas: la etnología que, al proveer las claves para comprender dicha sociedad, facilita actuar en ella, en el sentido de la decidida afirmación de una reflexión crítica, mediante un compromiso que procede como una forma de acción artística experimental.

A no confundirse en este punto: lejos de ser disidente, la etnografía, como la ‘Patafísica, es en verdad una realidad ultraconservadora. Consideramos como subversiva la etnología funcionalista, estructuralista, simbolista, etc. ¡La ‘Patafísica es ultra-purista, protestante entre los ortodoxos, milita a favor de un retorno a sus verdaderas fuentes absurdistas y al servicio de un humanismo radical y libertario! ¿Acaso Jarry no se adelantó a escribir: «La indisciplina ciega e ininterrumpida constituye la principal fuerza de los hombres libres»?[17]

Notas

[1] Power and Performance. Ethnographic Explorations Through Proverbial Wisdom and Theater in Shaba, Zaïre, Madison, University of Wisconsin Press, 1990.

[2] El niño de Laval fue a la vez novelista, ensayista, crítico literario, autor de una opereta y de una ópera-bufa, así como de un almanaque, e inventor de la patafísica en su obra Gestes et opinions du docteur Faustroll, escrita en 1898 y publicada de forma póstuma en 1911. La burla, el exceso son los rasgos que tienen en común los personajes de Jarry pero, al leer algunas páginas de Silènes o de L’Amour en visites, hallamos un análisis de la sociedad de finales del siglo XIX, con sus fallas y desórdenes, donde se cuestiona la influencia de la religión —a la que el autor dedica algunas páginas feroces. Estudiante asiduo de los cursos que el filósofo Henri Bergson dictaba en París, Jarry interrogaba asimismo el sentido de la existencia.

[3] «Lineamientos»: primeros rasgos característicos de una cosa, de un proceso de desarrollo...

[4] Michel Foucault, Les Mots et les choses (une archéologie des sciences humaines), Gallimard, Paris, 1966.

[5] Gayatri Chakravorty Spivak, Les Subalternes peuvent-elles parler?, Éditions Amsterdam, Paris, 2009.

[6] N. de la T.: traducción de Enrique Alonso y Juan Esteban Fassio (Ubú Rey, Buenos Aires, Minotauro, 1957).

[7] James Clifford, «De l’autorité en ethnographie», en L’Ethnographie, 1983, Nº 2, p. 91.

[8] Johannes Fabian, Out of our Minds: Reason and Madness in the Exploration of Central Africa, Berkeley, University of California Press, 2000.

[9] N. de la T.: «Portnawak» es una variante lúdica y popular de la expresión francesa «n’importe quoi», cuyo significado mantiene literal: «no importa qué». El mecanismo de inversión fonética que origina el término «portnawak» se identifica en francés con el «verlan», cuyo equivalente en el español rioplantese se conoce como «verre» o «vesre».

[10] Jean Bazin, « N’importe quoi », en Marc-Olivier Gonseth, Jacques Hainard & Roland Kaehr, eds., Le Musée cannibale, Neuchâtel, Musée d’ethnographie: 273-287.

[11] Uno de los principios fundamentales de la patafísica es la equivalencia de los contrarios. Quizá sea la explicación a ese rechazo que experimentamos hacia lo serio y lo que no lo es puesto que, para nosotros, se trata exactamente de la misma cosa. Es patafísica. Queramos o no, siempre hacemos patafísica.

[12] El OULIPO se inspira en la ‘Patafísica cuyos miembros recrean el Collège, donde el primero constituye una de las sub-comisiones.

[13] «the best road to knowledge is friendship» (Ivan Illich)

[14] Jean Bazin, Des clous dans la Joconde, Anarcharsis, Toulouse, 2008: p. 371.

[15] N. de la T.: la correspondencia aquí establecida entre «POtentielle» y «de Poche», que no halla un equivalente fonético en español, es alusiva al formato «de bosillo», más rústico y maleable para su transporte y lectura, con el que suele reimprimirse a menor costo libros que cuentan con un sinnúmero de lectores.

[16] Alfred Jarry asistió a los cursos de Bergson en el colegio Henri IV entre 1892 y 1893. Dejó seis cuadernos inéditos donde transcribió dichos cursos, y que se encuentran en la biblioteca Jacques Doucet. Véase especialmente Catherine Stehlin. «Jarry, le cours de Bergson et la philosophie». Europe, 1981, Nº 623-624, p. 34-51 http://bljd.sorbonne.fr/search/result#viewer_watch:a011441271647TPWGhX/33611 cb325 (gracias a Pascal B. por la referencia) y Karl Pollin. Jarry, l'expérimentation du singulier, Amsterdam, Rodopi, 2013, p. 145 y ss.

[17] Fuente: Ubu roi. Ubu enchaîné. Les paralipomènes d'Ubu. Questions de théâtre. Les minutes de sable mémorial. César-antechrist. Poésles. L'autre Alcoste (ed. 1948)


Título original: « Dernière minute. Des origines pataphysiques de l’ethnographie : enfin des preuves. » Müller © 2019.

Traducción: Ana Lía Gabrieloni.


Referencia electrónica

Müller, Bernard. «Panfleto. Último momento. Los orígenes patafísicos de la etnografía: al fin las pruebas». Hyperborea. Revista de ensayo y creación 2 (2019): 167–180.  http://www.hyperborea-labtis.org/es/paper/panfleto-ultimo-momento-los-origenes-patafisicos-de-la-etnografia-al-fin-las-pruebas-146

Publicación Hyperborea
Número 02